Hemos leído muchísimos artículos sobre la soledad, el amor, el sexo, relaciones de pareja, divorcio. La vida esta llena de personas que sueñan, aman, odian, sienten deseos de ayudar, de comunicarse, de compartir, y quien no?

Los solitarios nos preguntamos a veces, como es posible que el mundo este tan mal repartido en materia de amor. Hombres que se mueren por mujeres que nunca les hacen el más mínimo caso. Mujeres que se mueren por hombres que ni las miran.

Frustraciones, sentimientos inconfesados, nostalgias de amores que no vuelven, pero que están ahí, a veces tan presentes a pesar de tiempo y distancia, que duelen como una espina clavada cuando los piensas.

La vida! y en medio de ella, las ansias de llegar a casa y encontrar una señal de que hay alguien o de sentir que alguien mas llega.

A la pregunta de siempre: - Cuando te enamoras? (Como si el amor pudiera planificarse).

La invariable respuesta…-Un día de estos, no hay prisa…he aprendido a disfrutar mi soledad.

Lo Cierto es que nunca se disfruta totalmente la soledad, pero nos avergüenza decir que estamos esperando ese algo o ese alguien, no nos atrevemos a confesar que en cada persona que conocemos, buscamos al que nos hará revolotear maripositas en el estomago como adolescentes, no se nos ocurre ni en broma, dejar que los demás se enteren de lo frustrante que es descubrir que las ilusiones se quedan en una cita a ciegas, o en ese café que no llenó nuestras expectativas.

La vida pasa y los sueños de pareja se hacen cada vez más distantes e inalcanzables, entonces nos refugiamos en el trabajo porque es lo único que nos mantiene la mente ocupada.

La televisión o el cine se vuelven un acto masoquista viendo una pareja que se ama en pantalla, mientras nosotras, sentadas en una butaca de la sala o tiradas en la cama, encontramos el otro lado vacío.

Las mujeres maduras, tenemos la desdicha de que los hombres de nuestra generación buscan jovencitas porque en su crisis existencial de los 40, necesitan auto reconocerse y reafirmarse, quieren hacer gemir, vibrar, suspirar a alguien con mas lozanía y carnes firmes que los maximice otorgándoles categoría de machazo delante de amigos, mientras a nosotras se nos pasan los años, porque salvo raras excepciones, no buscamos chicos mas jóvenes, nuestro sentido maternal nos lo impide con el sólido argumento que tener una pareja menor es como hacer el amor con nuestros hijos.

Algunas veces encontramos hombres que podrían compartir la vida con nosotras, pero esos ya tienen una familia estable, entonces los visualizamos en su casa, en pijamas, periódico en mano, la esposa llevándole una humeante tasa de café que amorosamente entrega con una sonrisa y un beso en la frente… ahí mismo se esfumo la magia, no estamos dispuestas a mezclar bacterias y humedades con alguien que nunca será nuestro, ni queremos desvelarnos angustiadas por celos o remordimientos.

Envejecemos, dejamos de maquillarnos, nos ponemos ropas holgadas, no soportamos fajas ni estrecheces, empezamos a asumir la vejez cuando realmente somos mas libres de disfrutar porque ya no hay hijos pequeños que atender ni labores escolares que explicar.

En ese cuestionarnos y refugiarnos en nosotras mismas se nos pasa la vida.

Cada mañana descubrimos que nos aterra la imagen en el espejo y nuestra autoestima diminuye uno o dos peldaños en la propia escala de valores.

En medio de esas altas y bajas encontramos una amiga de la infancia, la vemos de repente en una tienda y nos sorprende como los años han pasado pero la huella es mínima, la observamos detenidamente, la revisamos con disimulo antes de acercarnos para saludarla, esta deslumbrante, irradiando seguridad y simpatía, su felicidad nos sorprende y nos molesta, haciendo que salga a flote nuestro mas primitivo sentido de la envidia.

Súbitamente nos mira como si nunca nos hubiéramos separado ni dejado de ver, nos llena de abrazos y elogios, nos hace sonreír con recuerdos del pasado y comprendemos que hemos desperdiciado el tiempo, que la magia justamente es vivir sin preocuparnos tanto por apariencias y criterios, que la vida esta ahí, que se nos muestra llena de maravillas que no vimos.


Volvemos a casa planificando tardes de te con amigas que valoran su realidad, colocamos la radio, nos metemos en la ducha a disfrutar un baño que nos limpie también por dentro, encontramos de nuevo en el armario prendas de vestir que nos hacen lucir hermosas, nos maquillamos suavemente y salimos a la calle, (libres del fantasma de las arrugas, la flacidez o la celulitis) con ansías de mostrar al mundo esa nueva imagen de mujer madura.

Por primera vez nos importa poco si hay un hombre o si nunca más lo habrá, sonreímos a todos con seguridad y orgullo mientras pensamos que vale la pena vivir porque somos

Una mujer sola, pero feliz.


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